«Si llegaras a obtener tan sólo una gota de las cristalinas aguas del conocimiento divino, fácilmente te darías cuenta de que la verdadera vida no es la vida de la carne, sino la vida del espíritu».— Bahá’u’lláh

La Revelación de Bahá'u'lláh afirma que el propósito de nuestras vidas es conocer a Dios y alcanzar Su presencia. Nuestra verdadera identidad es nuestra alma racional, cuya voluntad y poderes de comprensión nos permiten mejorarnos continuamente a nosotros mismos y a nuestra sociedad. Caminar un sendero de servicio a Dios y a la humanidad da sentido a la vida y nos prepara para el momento en que el alma se separa del cuerpo y continúa su viaje eterno hacia el Creador.

Se examinan cuatro temas en esta sección. Bajo cada título hay una colección de páginas, artículos, selecciones de los escritos bahá'ís y otros recursos que exploran cada tema en profundidad.

El alma humana »

Todo ser humano posee un alma inmortal y racional que pasa por este mundo durante un breve tiempo y continúa avanzando eternamente hacia Dios. El propósito de nuestra vida es progresar espiritualmente a través del servicio a nuestros semejantes. Al hacerlo, adquirimos las cualidades divinas que habremos de necesitar en la próxima vida.

La devoción »

Los actos de devoción como la oración, la meditación, el ayuno, la peregrinación y el servicio a los demás son inherentes a la vida religiosa. A través de ellos, los individuos y las comunidades pueden reforzar continuamente el vínculo único que existe entre Dios y la humanidad.

Una vida de entrega generosa »

Del mismo modo que el propósito de una vela es proporcionar luz, el alma humana fue creada para dar con generosidad. Cumplimos nuestro propósito más alto en una vida de servicio en la que, con humildad y desprendimiento, ofrecemos nuestro tiempo, energías, conocimientos y recursos financieros.

El carácter y la conducta »

El cultivo de las cualidades espirituales en este mundo es inseparable del perfeccionamiento constante de nuestra conducta en la que nuestras acciones reflejan cada vez más la nobleza y la integridad con la que cada ser humano ha sido dotado. Tales cualidades espirituales no las adquirimos centrándonos en el yo, sino que las desarrollamos en el servicio a los demás.